domingo, 31 de marzo de 2013

La Caja de Pandora y el dolor

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Hace mucho tiempo Prometeo se dice que robó el fuego a los dioses y se lo dio a los hombres. Zeus, el padre de los dioses se enojó en zumo grado y para castigarle ordenó a Hefesto que creara una mujer a la que llamó Pandora. El padre de los dioses se la dio a Hermes quién a su vez se la hizo llegar al  hermano de Prometeo, Epimeteo. Éste advertido por Prometeo de no recibir los obsequios de los dioses la rechazó lo que causo la ira de Zeus. Epimeteo tuvo miedo y entonces se casó con Pandora. En su casa había un ánfora que guardaba todos los males del mundo.

Pandora había sido creada con una belleza etérea, con sensualidad, había sido instruida en las artes y llena de gracia pero era curiosa por naturaleza. Así que le fue muy difícil resisitr la tentación de abrir el ánfora pues quería saber que contenía. Fue entonces como se liberaron muchos males al mundo. La esperanza quedó encerrada sin embargo, quedando resguardada en el ánfora y así en el futuro la humanidad encontraría fuerzas en ella para luchar hasta el final.

El dolor es uno de los males que se escapo al mundo.

El dolor viene de muchas maneras, toma muchas formas y nombres pero es un viejo conocido de todos los seres vivientes. Es un grito que razga desde adentro, un golpe que exige atención y no se detiene hasta que se la damos. Cual niño caprichoso se aferra, se encarna si no nos detenemos a consolarle, a ver el motivo de su aflicción. El dolor tiene muchos matices, y numerosas caras. Por ejemplo esta el dolor que viene por enfermedad y generalmente se trata con medicamentos o alguna terapia física. En otras ocasiones es crónico vuelve cada cierto tiempo y sólo podemos sentarnos en la banca y esperar el momento para luchar con uñas y garras, mantenernos en pie. Hay quienes dicen que algunos dolores físicos son productos de ciertos pensamientos y sentimientos reprimidos, que en el momento que son resueltos pueden ser curados completa o parcialmente. Cierto o no, lo que es verdad es que pocos nos damos a la tarea de escuchar nuestros dolores, de hacernos conscientes de ellos. Y es que por su puesto lo que menos se quiere al sentir un malestar es pensar en él. Intentamos distraernos mientras la medicina hace efecto para adormecerlo y curarlo en silencio. Tal vez si nos diésemos tiempo para encontrar las causas de dicha enfermedad, las circunstancias en las que se desarrolla, fuerámos capaces de evitarlas o modificar nuestra reacción ante ellas para no enfermar tan a menudo. En el caso de los dolores crónicos hay que poner aún más atención para encontra la raíz del problema. Una vez encontrado será más sencillo resolverlo y acabar con eso o cuando menos mejorarlo un poco. Nuestro cuerpo estaría más dispuesto a recibir ayuda de algún medicamento y el dolor podría disminuir. 

También esta el dolor del corazón. Los dolores que provocan un caos en nuestros sentimientos, que nublan nuestra mente. Algunos nos llevan a un estado de profunda depresión, otros nos vuelven insensibles a cualquier otro dolor propio o ajeno. Como tener una astilla en un dedo, en ese momento no se ve ni se piensa en nada más. Esa clase de aflicciones nos demandan un esfuerzo de reflexión para aceptar una situación. Una vez aceptada es más sencillo tomar desiciones para ponerle remedio o encontrar consuelo en amigos, compañeros de trabajo, el consejo de un familiar o nosotros mismos. Existen penas profundas que se hunden en nuestro ser como rocas en un lago: aparenta estar en calma la superficie pero debajo permanece nuestro dolor esperando a manifestarse en cualquier momento que las aguas se agiten. A veces suele salir a relucir parte de él cuando el enojo nos abruma y pueden resultar pagando personas que no tienen nada que ver con nuestro dolor. Otras vivimos situaciones que nos recuerdan aquella lejana de la que jamás nos recobramos y entonces vuelve un malestar, una tristeza y un enojo que parecen materializarse de la nada. Un corazón roto en veces causa que ya no queramos seguir adelante, que lo protejamos del mundo y entonces corremos el peligro de conformarnos con algo que no queremos. El tiempo pasa más el dolor no desaparece, continúa y generalmente crece con cada año de nuestra vida volviéndose amargo y pesado.

Uno de los dolores que se suelen ver como algo extraño, que está fuera de lo normal e incluso depravado, es el dolor mezclado con el placer. Ya sea que se busque obtenerlo en segundas personas o autoinfligirlo a uno mismo, lo cierto es que la mente llega a un estado en que no encuentra placer si no es através del sufrimiento. Se vuelve adictivo. Los que obtienen su dosis viendo el dolor en otra cara encuentran un modo de cercanía con otros seres que supera cualquier otra relación que pudieran desarrollar de un modo saludable. El poder sobre otro, ser la causa de su sufrimiente es un motivo igualmente importante que inflama el orgullo y alienta a continuar. Quienes gustan recibir el dolor de otras personas suelen sentirse parte de algo, que comparten un lazo con el otro de un modo tan profundo como el dolor que experimentan. Por último las que se autoimponen algún sufrimiento buscan varias cosas: Una es ser castigado por algún comportamiento que se reprochan a sí mismos. Otra razón es el sentimiento de soledad, se busca la atención de los seres que les rodean pero no sienten ser suficientemente importantes para ellos y por ello ocultan cortadas o lesiones esperando a que alguien se de cuenta de su mudo dolor. Como almas en pena invisibles a los demás.

La Palabra Secreta del dolor se obtiene meditando detenidamente en qu consiste el padecimiento, analizarlo, diseccionarlo... entenderlo. Si está en nuestras manos entonces seremos capaces de afrontarlo, de ver la causa verdadera que yace debajo de la superficie. Así sabedores del lugar y el material con que esta construída nuestra piedra llamada aflicción, descubriremos que sacarla del lago de nuestro cuerpo, de nuestra mente, de nuestra alma, reside en nuestras manos. ¿Cuánto tiempo lleva? Eso depende de cada uno. Pero con tal de tener una vida más saludable vale la pena intentarlo. "La esperanza muere al último"

Este tema es muy extenso, así que la próxima vez nos concentraremos en desentrañar el misterio de la naturaleza del masoquismo. ¿Sabías que la palabra "masoquismo" esta inspirado en el nombre de un autor? Bueno, sobre ello hablaremos en otro vistazo a la Caja de Pandora.




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