sábado, 20 de abril de 2013

La Sombra de la Palabras

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Imagen tomada del blog alaluzdelsilencio.blogspot.mx 


 La sombra de una sombra se arrastraba por la pared de forma casi imperceptible. Al querer desenmascararla con una mirada se desvanecía en mi imaginación, nadie más que yo y el secreto materializado en aquella cajita sobre la repisa más alta del closet, situada justo debajo de las toallas del baño. Por las noches se sienta a mirarme en silencio, me espía entre las telas que intentan ocultarla en vano. Su sola presencia basta para hacerme dar vueltas en la cama durante varias horas.

Llegaría una vez más el amanecer encontrándome aún sin haber conciliado el sueño un instante, si no fuese por aquella que se interpone entre el burlón espectro y yo. Ella que guarda en un breve gesto los reproches y regala sus sonrisas con la misma fácilidad... La menuda mujer de ojos de miel, cabellos negros y piel del color de la arena oscura, la joven aspirante a grupi, la doncella en flor que poco a poco fue perfumando las notas nacidas bajo mis dedos, dando cuerpo a mis sueños, después a mis fantasías. Los días  y la lujuria se volvieron sus aliados, después se les unieron los meses con la pasión. Los años también resultaron ser unos traidores sumándose al resto de par en par, arrastrando con sigo algo parecido al amor. Cuando el quinto de ellos me hizo coronar su índice con una traslúcida piedra fue que comenzó otra vez. Volvió aquél amigo imaginario a observarme tal cual lo hiciera tanto tiempo atrás. Desde ése día el temor de que el humo y la oscuridad que lo conforman, se vuelvan sangre y carne, crece. Entonces conforme paso las horas en vigilia durante la noche intentando alcanzar con la mirada al fugaz espectro, mis párpados pesan más cada vez hasta que agotados por el sueño que amarra lentamente mis sentidos y me  impide mantener estricta vigilancia, se rinden sobre la princesa con corona de lustro. Mis pensamientos se dedican a ella en susurros para no perturbar su descanso, sin embargo es el miedo quién termina murmurando palabras lanzadas entre la razón y el letargo: 

"la sustancia vaporosa de los dedos de la sombra se escapa de su tumba de algodón, se escurre sobre el suelo impulsándose, abriéndose camino, se enreda entre los bordes de las sábanas y las cobijas, subiendo, ascendiendo y alcanza a la bella durmiente. Con un toque marchita su piel, agrieta sus cabellos, consuma el ébano en estos, poco a poco se abren grietas que la despedazan desde dentro." 

Al despertar por la mañana, en ése segundo antes de abrir los ojos, vienen a mi las palabras del eco nocturno y casi puedo verla: Una escultura de mármol negro que se vuelve humo y nada con el más mínimo suspiro. Ese pensamiento me hace abrir los ojos de inmediato para cerciorarme de inmediato si soñaba despierto o despierto soñando.

No todas las sombra se desvanecen con la llegada del astro rey sin embargo, bien se guarda el espectro de aparecerse durante el día. Entonces bien que acepta sus mortales limitaciones. Por otro lado la música de mi instrumento, las caricias de la que me es prometida y la brisa matutina disfrazan el miedo de valentía y la arrogancia de importancia. El cetro de mi nombre elaborado letra a letra con cada dedicación escrita a los que me siguen a ido aumentando su poder hasta brindarme la confianza de admitir frente al espejo que este juego de sombras es adecuado para un niño pequeño pero iraccional para un adulto como yo. Cualquier cosa que contuviera la cajita no podría ser más grande que la misma. La decisión férrea de enfrentarme a mis temores nocturnos crece durante el desayuno y finalmente me hace abandonar la mesa del comedor en cuanto ella cierra la puerta principal tras de sí... no quiero que ella sepa. El cereal se queda abandonado en la mesa junto con todo lo demás: el jugo, las tortillas calientes.

Pasos firmes me conducen hasta la suave cripta. Las toallas quedan dispersas  en el suelo en cuestión de segundos cuando mis manos buscan impacientes. El temido objeto queda al descubierto y de un momento a otro la cajita parece aumentar de tamaño frente a mis propios ojos, aunque otra persona no se hubiera percatado de como la caja se hinchaba tomando volumen. El cambio fue por milímetros apenas pero me di cuenta porque nadie más la conoce como yo.

Cuando ella regresa me encuentra frente al televisor. Me mira, yo la miro a ella y esta vez, después de un breve intercambio de palabras, me aseguro de que ambos permanezcamos despiertos toda la noche. No hay ningún vapor que se mueva serpenteante a ras de suelo prometiendo alcanzar su piel, tan sólo mis manos que rememoran cada una de sus curvas y sus valles. Mis labios eternamente sedientos bebiendo de los suyos. Las sábanas ceden paso a nuestro avance conforme nos adentramos en territorio contrario y el silencio tenso y habitual propio de la noche al que estoy acostumbrado, pronto se inunda de notas placenteras, desbordantes, abrumadoras. Nos perdemos bajo el manto nocturno, el avance de las estrellas en el firmamento no tiene importancia en ese momento.

El amanecer llega antes que el hombre de arena con su mágico polvo de sueño. Me encuentro sentado en el borde de la cama observándola, la princesa de pálido granito no aparta su mirada de mí.

Estiro la diestra para alcanzar la cajita que reposa en la mesa de noche. Tantas dudas por algo tan pequeño. Ahora se habían ido para siempre y pese a que no había dormido un sólo momento, me sentía bien. Esa sensación me hace abrir la caja y tomar su contenido una vez más  en la palma de mi mano. El papel periódico cruje al desdoblarlo. Algunas palabras se las ha comido el tiempo, otras el maltrato, pero queda lo suficiente. Rió por lo bajo al leer las líneas una vez más:

"....incendio ....eguro que después de cinco años para decidirse a tomar los votos en el altar, bastó un par de semanas para acabar con lo que tenían. Su esposa se había vuelto fría...

...condenado a prisión. Su único hijo permanece con las autoridades
ta de un pariente v..."

Rompo el papel en trozos pequeños abándonandolos a la suerte de la gravedad, volviendo a acostarme junto a ella. Aparto los cabellos de su rostro, embelesado con su mirada ahora perenne. La sonrisa del triunfo acude a mí. El negro espectro tendrá que conformarse con polvo. Jamás tomará mi mente de su juguete y nunca la tendrá a ella tampoco. 


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