viernes, 12 de abril de 2013

Los Sueños del Espejo

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La escurridiza serpiente estaba nuevamente recluida en su jaula de cristal, la luz de la vela sacaba destellos de su piel escamada animándo su figura aún en la inmovilidad tan absoluta que parecía estar decidida a mantener. Los ojos verde esmeralda encajaban perfectamente bien con el resto de su piel pálida y sólo la lengua que acariciaba el aire de vez en vez, daba testimonio de que aún vivía.

Unos ojos grises se entornaron denotando cierta impaciencia hacia la pequeña escultura de piel y huesos. Un suspiro y una mirada hacia el reloj corroboran el aburrimiento y la tensión que reinaban en la habitación. ¿Cuánto más tendría que esperar? Después de todos esos años ¿de pronto la suerte decidía sonreírles? La serpiente paladeó el aire con la lengua bífida en respuesta a los pensamientos del joven brujo. Varias arrugas marcaron el ceño de color canela.

-Acabaría con tu mísera vida tan fácilmente... - Comenzó Dewann rascándose la sien con las uñas amarillentas, engrosadas y corroídas por los polvos ambarinos recientemente utilizados. Las Quebrantahuesos tenían un alto costo físico para su elaboración. Precisamente por ello él se había tenido que quedar atrás, esperando. -Aún ahora, si quisiera te aplastaría- concluyó extendiendo la zurda sobre la mesa hacia el cristal de la prisión. Razgo su superficie con las uñas provocando un sonido chirriante, escalofriante. Incluso ese simple movimiento reverbero en su piel hasta la médula por toda la extensión de su brazo hasta su hombro, afectándole más a él que a la bestezuela. Dewann apretó la mandíbula volviéndose a recargar en el respaldo de la silla con cierta resignación. Se sentía cansado, avejentado, frágil como si sus huesos estuvieran hechos de palitos secos, hasta su corazón parecía latir más despacio. 

El pequeño espejo reposaba sobre su regazo aferrado entre los dedos que se negaban a abandonar la idea de que el mal que le aquejaba resaltaba a simple vista, manchando su cuerpo. Levantó el espejo llevándolo hasta su rostro, casi esperando encontrarse con las canas trazando caminos grises por sus cabellos negros, la piel colgando del hueso cual pellejo seco, los labios agrietados y temblorosos. El perfil de un anciano. Resultaba ser una ilusión provocada por el mal estado de su esqueleto, nada más que eso. Los ojos grises comprobaron por quinta vez en la noche que su rostro seguía tal como debía ser, los pómulos bajos, la mandíbula cuadrada sin una papada asomándose debajo, la frente amplia con pocos trazos en ella, la nariz recta enmedio de unas leves sombras negras que delataban sus muchos desvelos. Nada más. Dewann arrojó el artilugio contra la pared opuesta de la habitación y al acto mil esquirlas de cristal saltaron precipitándose hasta la alfombra. El andar del reloj siguió su marcha anunciando la media noche con una campanada después de otra, inmune a los caprichos de un simple mortal, tal y como había hecho desde que él era un pequeño niño. El dichoso artefacto vería los sacrificios de  tres generaciones con la misma indiferencia. Ah pero si esta noche lograban conseguir lo que buscaban, le harían tragar al tiempo sus minutos, sus horas, sus días y sus años. Nunca más obedecerían nuevamente a la esclavitud de la mortalidad a la que los segundos los ataban ahora. Su piel no se marchitaría, sus cabellos no caerían y jamás pagarían con sus cuerpos con posiones como la Quebrantahuesos. 

La pequeña lengua asomó en los labios del reptil, aparentemente cuestionando los pensamientos del brujo. 

-Atraparemos a uno de tus hermanos y cuando eso ocurra no tendrá opción de negarse como tú en su momento- Esta vez el esbozo de una sonrisa acudió a los labios de Dewann. Recordar la larga tortura del viejo siempre le ponía de buen humor pese a que al final hubiera sido un esfuerzo inútil.-Preferiste perder toda consciencia antes que hablar ¿eh?- El brujo logró levantarse de la silla en parte animado por la impaciencia, en parte motivado por los gratos recuerdos de cuando años atrás, a escondidas de su padre, se había escabullido hasta la celda del viejo y esparcido los polvos de Nomeolvides sobre sus heridas sangrantes. Aún recordaba el olor a azufre emergiendo de la sangre humeante y cómo una a una fueron apareciendo pequeñas llamas azules allí donde la piel se desprendía lentamente del cuerpo humano. En poco el viejo estaba envuelto en llamas y cuando por fin se extinguieron, el hombre se había reducido a su forma animal para no volver. -Pensarás que es un intercambio justo que ahora yo me haya medio podrido por dentro, que el abuelo perdiera la vista y todos esos otros sacrificios de sangre y carne que hemos hecho mi familia y yo. Pero te equivocas- Dewann recorría trabajosamente el estudio mientras hablaba. Alcanzó la botella de agua ardiente y apresuró el contenido por su garganta en largos tragos. -Nosotros hemos dado mucho más que tú. Merecemos más...- En eso el sonido de la puerta al abrirse llamó la atención del brujo.

-¿Otra vez hablando con serpientes hermano? No tienes remedio- La voz fue reconocida de inmediato.

-Rodbana- Los ojos grises brillaron al pronunciar el nombre. Contemplaron con ávidez la figura femenina que se adentraba gracil en la habitación. La cabellera castaña le caía sobre los hombros, sus rasgos eran finos, redondeados, más parecidos a los de la madre. -¿Dónde esta? ¿Lo consiguieron?- La bruja sonrió ampliamente y se despojó de la capa azul que llevaba, dejandola caer sobre una silla. 

-Velo por ti mismo- Enseguida entraron su padre y el tío Gren. Llevaban consigo el tan anhelado tesoro. Dewann también sonrió entonces. El reloj podía quedarse con los sufrimientos, las penas, el hambre y sus dichosos minutos. Ahora ellos tenían el Secreto de la inmortalidad al alcance de su mano.


Continuará...

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