lunes, 25 de marzo de 2013

"Un hombre se convierte en su sueño..."

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Había una vez hace no mucho tiempo un pequeño que soñaba con conocer las lejanas tierras del oeste y ser uno de aquellos hombres emplumados que danzaban a la luz de las llamas rojas, bajo las estrellas. El tiempo paso, su mundo cambió. Al crecer aquellos que llamó alguna vez "mamá" y "papá" ya se encontraban en el otro mundo -su madre-, o a mil kilómetros de distancia, y sobrevivía trabajando en una empresa maderera. Sin embargo jamás olvido su sueño y un día que hubo un accidente en el lugar donde trabajaba, decidió que era momento de retomarlo así que emprendió el viaje cruzando el océano hasta las montañas por las que se pone el sol.

La historia continua en un lugar de esas tierras llamado Tegami. El antiguo nombre de nuestro soñador se disolvió en las aguas azules que le trajeron al Nuevo Mundo, y se auto nombró Buhó Gris. Afirmó a todos cuantos conocío que su madre era Apache y que su padre provenía de allá donde nace la música de las Gaitas del otro lado del océano, y que cómo el hijo pródigo regresaba a las tierras natales de su madre para unirse a la tribu Ojibwa. Aprendió a cazar, a conocer la naturaleza reconociendo cuán frágil era en realidad. Volvió realidad su sueño viviendo como un Indio. No tenía más compañía que los animales del bosque, los árboles que susurraban su propio idioma, y los miembros de la tribu de los que día a día aprendió ávidamente. Un mundo que cuando pequeño creyó lejano, ahora se abría ante el revelándole sus secretos más sagrados. Con el tiempo pasó a ser parte de la gran familia India. Recogió arroz silvestre, le enseñaron a no reclamar de la naturaleza más de lo necesario, participó en los cantos y ceremonias, y se acurrucó junto al fuego durante el invierno atestiguando las inumerables historias ancestrales de labios de una de las mujeres de la tribu, quién representaba las obras mientras iba narrandolas. Parecía una mujer como cualquier otra, pero a la luz de las llamas su sombra se alargaba sobre los árboles concediéndole un espectro mágico y misterioso. Era casi como si los ancestros se manifestaran a través de ella para darle vida a sus palabras.

Tiempo después se casaría con una de aquellas hermosas mujeres emplumadas, Angele Egwana. Luego participaría en una terrible guerra junto con los norteños del Nuevo Mundo, siendo aclamado por su valor. Logró sobrevivir aunque no sin heridas que le llevo tiempo sanar. Incluso se vio obligado a volver a su tierra natal para ser atendido. Una vez sano y de regreso en el que se convirtiera en su hogar, decidio compartir con el resto del mundo todo lo que él ha recibido de la tribu Ojibwa y su tierra adoptiva. Aquellas Palabras Secretas que el mundo "civilizado" desconocía. Dio conferencias, escribió libros e incluso habló frente a un Rey. Siempre preocupado por trasmitir el respeto, la veneración y la sabiduría que alcanzó tras perseguir su sueño incansablemente.

Fue hasta después de su muerte que se sabría su verdadero nombre. Y muchos de los que hasta ese momento habían creído en él y en su misión, le dieron la espalda calificándolo de farsante.

Archie Belany tuvo una vez un sueño, peleó por él y lo transformó en una realidad. Entonces quizá todos deberíamos aprender a ser farsantes, dejar nuestras ataduras y aventurarnos a dónde nos guié nuestro anhelo más profundo, nuestra Palabra Secreta, remontando los cielos como un Buho Gris.


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